martes, 31 de agosto de 2010

LA BOLA



Cae la bola al suelo y baja los escalones con el ritmo acompasado de quien no tiene prisa, de quien seguro de sí mismo, con parsimonia, es capaz de saltarse los peldaños de dos en tres, sabiendo que ningún tropiezo le hará errar el paso y de que llegará gloriosamente a su destino.

Es tan sencillo, _me dice volviendo el rostro mientras desciende por las escaleras_, despacio, sin prisas, solo hay que hacer las cosas bien y se alcanzan, ¿ves?

Toc, toc, toc ..., ríe la bola hasta que ya no puede continuar bajando, y atraviesa rodando el corredor, buscando la salida.

Es inútil, Juan, no puedes salir, no insistas. Pero él, siempre tan tenaz, parece que conseguirá saltar a la calle. Antes de alcanzar el portal, se vuelve a mirarme. Clava en los míos sus ojos de color negro oliva, buscando la luz que le falta, la respuesta a esa pregunta que aún hoy vuela por el aire.

"¿Cómo pudo ocurrir?"

Es incansable. Me ahogo, y en un arrebato, esa bola tan redonda y tan perfecta estalla contra la cristalera, la hace añicos, la destroza. Desaparece la esfera maldita, no así los ojos de Juan, que miran desde la nada y desde el todo, preguntándome cómo pudo ocurrir.

¿Es que no lo entiende? Es tan sencillo... No siempre se tiene una respuesta, para todo.


Chu

2 comentarios:

  1. Inquietante. El paralelismo entre la caída de la bola y la huida (o así lo he entendido) de Juan, así como el carácter simbólico del acontecimiento mínimo -también su atemporalidad, y el calado psicológico- me remiten al Kafka que estamos leyendo para la próxima sesión.
    Me gustará saber más de lo que esconden estas líneas.

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  2. Muy bueno. Tu bola es un ojo que nos mira, nos hace recordar y nos deja con una pregunta difícil de contestar. Vaya, creo que en eso consiste básicamente la literatura. Enhorabuena. Te echaremos de menos mañana.

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