miércoles, 4 de agosto de 2010

Entre el río Congo y el sur del Nilo

Escrito por nuestro compañero Mateo Feytit (agosto, 2010):

El viento apenas lograba colarse por aquella espesa vegetación. Solo su rumor en las copas de los descomunales árboles revelaban su presencia. Abajo, entre las penumbras de la selva, Eric y su padre aguardaban la llegada de los pigmeos, una tribu que habita las selvas del centro de Africa. Hacía un calor infornal, como si un millón de hogueras rodearan aquel lugar inhóspito.
Sentados sobre un saco de sal, hacían tiempo en silencio acostumbrados a las largas esperas durante las cacerías. Eric observaba las ramas más altas balancearse mientras mi abuelo filtraba gota a gota el agua de un riachuelo. En cuanto las gotas dejaban de golpear el fondo de la cantimplora, uno de ellos apenas lograba mojarse los labios.
El riachuelo corría sordo, como la sangre a través de una herida. Reinaba un silencio absoluto, casi preocupante. Mi padre fue el primero que sintió sus presencias. Siempre venían dos, cogían lo que iban a trocar, y desaparecían como sombras sin cruzar palabra. El mundo exterior parecía horrorizarles. Eran pequeños, cabezudos, mantenían una leve sonrisa bajo unos ojillos nerviosos y tenían casi siempre el cuerpo plagado de picaduras.

El más viejo señaló el saco de sal con una rama. Acto seguido el otro desapareció para volver con un cesto repleto de raices, plantas y carne seca. Mi abuelo les dijo algo en su lengua, lo cual pareció tranquilizarles. Luego se colocó entre los dos hombrecillos y levantó los brazos en cruz. A pesar de la escasa estatura de mi abuelo, los pigmeos quedaron muy por debajo de los brazos. Entonces le hizo una señal a mi padre para que inmortalizara el momento. Así era él, impredecible.
Los pigmeos sacaron unos granos de sal y se los metieron en la boca casi con ansia, y desaparecieron como dos estelas de humo. A Eric y su padre le quedaban tres días de marcha hasta su campamento.

"A mis dos aventureros favoritos, que aunque se fueron, dejaron sus corazones en las selvas africanas, y sus genes que me empujan con fuerza a lo desconocido"

1 comentario:

  1. "El riochuelo corria sordo, como la sangre atraves de la herida"...majstral. Establece un tono muy adecuado para la situacion, pero luego, segun mi ver, se pierde algo con el "casi preocupante" al final de la siguiente frase. Leala sin casi preocupante y veras que tiene mas fuerza sin ello, o si la preocupacion es importante, podrias probar "reinaba un silencio preocupante" o "el silencio absoluto que reinaba fue preocupante".
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