domingo, 15 de agosto de 2010

MOVIOLA (con Body and soul de fondo)

El local se había quedado vacío. Poco a poco, la otrora bulliciosa sala, había ido silenciando sus conversaciones y sólo quedaban sobre las mesas unas botellas, testigos mudos de las horas de jazz y alcohol.


En la pista, una pareja bailaba ajena a la impaciencia de los camareros, que recogían con intencionado alboroto las bandejas. Sólo el saxofonista se sentía cómplice de ese baile solitario, abstraído él también en su instrumento.

Sin apenas moverse, los ojos cerrados, dejándose mecer por la melodía, un hombre y una mujer bailaban como si el mundo no existiera más allá de su abrazo.

Ella , ceñida por un vestido de seda que se deslizaba sensual sobre su silueta, apoyaba la cabeza sobre el pecho de su compañero. Su frágil figura contrastaba con la poderosa envergadura del bailarín, apenas disimulada por el esmoquin, que se inclinaba solícito sobre su rostro, enmarcado por un cabello rubio y ondulado que le caía en cascada sobre los hombros.

- Quiero que esta música dure eternamente – le dijo al oído-, quiero tenerte junto a mí siempre, solos tú y yo.

La mujer estrechó su abrazo y volvió el rostro hacia él para besarlo.


En la penumbra de la sala, Lucas, buscó a tientas el mando y apagó la televisión sintiendo las últimas notas vibrar en su cabeza. Permaneció largo rato inmóvil en el sofá, recreando   una y otra vez la imagen que había visto en la pantalla y deteniéndose con  minuciosidad en  los detalles de la escena, sin modificar ni un solo gesto.

Sólo los protagonistas habían cambiado : los rasgos de ella coincidían inequívocamente con los de Marta, la mujer de su hermano, y era su propio rostro el que se inclinaba con dulzura hacia su oído.

- Quiero tenerte junto a mí siempre -musitó en la oscuridad - solos tú y yo.





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