lunes, 2 de agosto de 2010

La vieja de la fuente

Frente a la chimenea vacía de hollín y ascuas se balanceaba Don Juan Torres, en el Cortijo de Belén, mientras pensaba ensimismado cuál podría ser la enfermedad que estaba mermando el número de gallinas que había en el corral. Se levantó con presteza cuando recordó que antes de acostarse tenía que ir a por agua.

Miró el ennegrecido exterior, era la una de la mañana, esa noche no había luna. Cargando con un pipo y un candil bajó hacia la fuente más cercana a la casa. Para llegar a aquel lugar tenía que atravesar un amplio llano y bajar una pequeña cuesta que desembocaba en la entrada de un bosque de avellanos, lugar donde afloraba el caño. Don Juan andaba con pasos pequeños y rápidos, sus zapatillas de lona apenas rozaban la tierra o la hierba seca.

Cuando llegó junto a la fuente empezó a llenar el pipo mientras tarareaba la coplilla que cantaba su mujer todas las mañanas al lavar la ropa en la pila. No había trascurrido mucho tiempo cuando un sonido diferente se impuso a la melodía nocturna del campo, unos pasos arrastrando hojas y palos secos descendían desde el otro camino que desembocaba en aquel punto, un recodo oscuro en aquella boca de lobo.

El hombre creyó que se trababa de un animal, un perro salvaje o un jabalí, y buscó a tientas algo con lo que protegerse mientras intentaba con chasquidos y amenazas alejar a aquello que se estuviera acercando. Enmarcada en la sombra de la noche empezó a vislumbrarse la silueta de una anciana totalmente vestida de oscuro que, sin hacer caso al hombre que la miraba amenazante con un palo y un pipo rebosando de agua, pasó junto a él y subió la cuesta por la que éste había llegado. Reaccionando al pánico que la extraña aparición le había provocado, Don Juan echó a correr tras ella y cuando llegó al principio de la explanada donde esperaba verla, comprobó perplejo que allí ya no había nadie.

PD: toda leyenda parte de un hecho real. Así, mi abuela me contó que lo que verdaderamente pasó es que cuando aquel hombre siguió a la anciana pudo comprobar la razón por la cual ella no respondía a sus llamadas, ya que a su espalda llevaba una papel donde estaba escrita la palabra "sordomuda".

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