sábado, 17 de julio de 2010

YO, EL LOBO FEROZ

Yo, el lobo, con mi inmensa ferocidad siempre causando terror en los frondosos bosques y llanuras de la Europa conocida, temido por animales, personas e incluso por dominantes de territorios que siempre compartí desde tiempos remotos; antes incluso que otras especies poblaran estos lugares.
Después, el dominador absoluto pasó a ser el hombre, en su afán destructor, con la banal excusa del asesinato del ganado; han ido gradualmente acabando con nosotros uno a uno, de la forma más ruin hasta reducirnos y encerrarnos en ridículas jaulas. Los humanos al pasar protegidos por la seguridad de las vallas que nos separan, tiemblan de pavor con nuestra sola presencia.
Los lobos aunque nos sintamos humillados con los ojos perdidos en la inmensidad del bosque y en la añoranza del animal poderoso que fuimos, seguimos procreándonos cautivos, a la espera de dominar montañas y llanuras de nuevo.
Una niña dulce y tierna comenzó a visitarme diariamente en mi jaula desoyendo las recomendaciones de todos.
Fuimos cultivando una amistad entre niña y bestia no natural a ojos de los demás humanos Y salvajes, pero que tanto ella como yo sabíamos era inquebrantable. Caperucita me traía algo de comida y me regalaba su amor en forma de caricias dulces y peinándome la cabeza con sus dedos suaves mientras yo encontraba la paz en aquel cercado empezando a creer en la bondad del ser humano.
Aquella mañana llegó decidida a liberarme de mi cautiverio, urdió un plan, despistó a los guardias y quedé libre.
Recorrí otra vez los bosques oteando el horizonte libre al fin, ahora con una amiga que me presentó a su abuela que a su vez me acogió sin reservas, eran días felices con mis nuevas amigas.
Un día, después de ver a Caperucita en el bosque, ya en casa de la abuelita, decidimos darle una sorpresa a la niña y la engullí, al llegar Caperucita y preguntarme -¿Qué boca más grande tienes abuelita?- abrí mis enormes fauces y la engullí también; y me quedé a dormir la siesta con mis amigas dentro, protegidas en mi vientre.
Disfrutando de nuestra placidez un cazador que no podía comprender nuestra relación decidió irrumpir en la casa con sigilo, al observar al lobo en la cama, la abuela que no estaba por ninguna de las estancias, igual que Caperucita que tampoco se hallaba en el hogar sólo pudo actuar y me rajó la barriga para devolverlas a la vida.
Después de su acción, me la llenó de piedras y al ahogarme en el pozo antes de expirar sólo podía recordar mis días felices con esa niña angelical que me devolvió a la vida.
Eduardo.


1 comentario:

  1. No sé, desde mi humilde opinión este fragmento no sólo cambia el punto de vista de la historia, sino la historia mismo y la narración tiene un matiz algo kafkiano que engancha.

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