Tío Arístides.
Aquel soñador se encontraba en su mesa de trabajo, donde estaban
esperando los sonetos de costumbre, a las mujeres de los ojos
ardientes
Que sonetos! La cabeza del poeta lírico era una orgía de colores y sonidos. Resonaban en las concavidades de aquel cerebro martilleo de cíclope, himnos al son de tímpanos sonoros, fanfarrias bárbaras, millones de risas cristalinas, batir de alas y estallar de besos, todo como ritmos locos y revueltos. Y los colores agrupados, estaban como pétalos de capullos distintos confundidos en una bandeja, o como la endiablada mezcla de tintas que llena la paleta de un pintor…Tío Arístides no sabía escribir.
Vivi.
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