miércoles, 21 de julio de 2010

Los siete enanitos y Blancanieves

El trabajo en la mina era duro. Al principio, encontrar una gema te llenaba de alegría – sobre todo cuando te volvía a la mente todo el trabajo que te había costado llegar a tenerla -. Con manos temblorosas y doloridas la depositabas en un carro y te girabas, controlado por una emoción alentadora, a seguir en la búsqueda de los Griales. Pero, conforme iban pasando las horas, días, semanas y meses, acababas lanzando con desprecio las joyas. Ni canciones con ritmo te animaban a seguir con la sonrisa. Parecía cada jornada una fotocopia de la anterior: Trabajo, hi ho, casa, dormir, trabajar, hi ho, casa, dormir… El calendario había perdido utilidad. La única marca para tener una ligera idea de qué día era se centraba en el escalofrío del invierno o las gotitas de sudor propia del verano.

Y, entonces, como un rayo de Sol después de una tormenta, una disculpa referente a una pelea, llegó ella: Pelo azabache, carita inocente y mirada confundida. Como un martillo, el sonido de sus zapatitos o el escuchar su cantar al volver del trabajo rompía con la monotonía que nos tenía atados a una vida vacía de ilusiones. Pero, todo lo bueno acaba. Aquella mujer con un infectado disfraz de anciana nos la arrebató. Mató a nuestra sonrisa alentadora a nuestra vía de escape de una existencia que nadie querría escoger pero que nos había sido impuesto.

No sabíamos que dolía más: El ataúd de cristal sobre nuestros hombros o la profunda nostalgia de notas musicales que se atrincheraba en nuestro corazón Afortunadamente, en mitad del camino hacia el adiós final, apareció él, su salvador u otro enemigo (según el punto de vista). Con un beso, nuestro ángel abrió los ojos hacia otra vida, una donde vería realizado sus sueños en brazos del ser que solo ella se merecía. Un destino fantástico lejos de nosotros.

Aún continuábamos picando la mina, pero algo ha cambiado un recuerdo que nos da vueltas y nos hace sonreír. Bueno, realmente es una esperanza: Que esté donde esté ella, siga siendo tan especial para él como lo fue para nosotros.


Alejandra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario