lunes, 19 de julio de 2010

LAS TRES PLUMAS

Estaba agotado, entré por el gigantesco balcón porque mis escasas fuerzas ya no me permitían rodear el desvencijado castillo de mis antepasados. El cielo clareado en sombras empezaba a dar paso a la noche, y mi cansancio se transformaba en tristeza a medida que las estrellas empezaban a parpadear, la vejez anunciaba su paso en todos mis movimientos. Una vez protegido por la oscuridad de mi hogar miré a mi servicial ama de llaves que con un breve gesto me indicó que el fuego estaba ya encendido en el salón privado, junto a mi dormitorio en el torreón central.

Con pasos lentos y aparatosos, centradas mis pobres energías en no romper nada de aquella rocasa construcción, me dirigí al último resquicio habitable donde el empedrado suelo estaba cubierto por paja y la atmósfera agreste se colaba a través de la gigantesca ventana desde la que se podían ver las cadenas de montañas que antaño coronaban mi reino. Lejos quedaba la época en la que podía disfrutar de la vida salvaje semanas e inclusos meses sin necesitar descanso o sosiego. Cuando reposé mi cabeza en la empolvada alfombra de espigas aspiré la fragancia de mi casa y un encogimiento en las entrañas me recordó que pronto tendría que alejarme de allí. La abundancia de población humana cerca de aque lugar había mermado tanto la fauna y la flora que cada vez me costaba mucho más trabajo poder alimentarme. Y estaba solo desde hacía tanto... que ya empezaba a rendirme. Al día siguiente tenía que seguir sobrevolando las montañas más cercanas para encontrar otro lugar en el que vivir porque aunque los miembros de mi especie podíamos durar miles de años, estábamos en peligro de extinción, y yo necesitaba un lugar más tranquilo, alejado de la incipiente civilización.

El sopor cayó como una losa sobre mis párpados en el mismo instante en el que mi ama de llaves me hacía extrañas preguntas sobre las aldeas cercanas y me tironeaba de las plumas para que permaneciera despierto el tiempo suficiente como para responder, comprendí que quería volver a ayudar a alguien. Con un breve gruñido de frustación, estaba demasiado cómodo como para intentar siquieran increperle, farfullé las respuestas que mi capacidad telepática hacían simples antes de querdarme profundamente dormido.

Con un breve parpadeo el portón lateral del castillo se abrió, el ama de llaves le dió tres gigantescas plumas anaranjadas a un joven que allí esperaba y le susurró:

- También tienes las respuestas a tus preguntas en este pergamino que te entrego, y ahora corre antes de que se despierte y te descubra.

Mientras el esbelto muchacho se alejaba a gran velocidad ella sonreía, si supieran que el temible Pájaron Grifo era tan viejo que le costaba alzar el vuelo y apenas veía.

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