sábado, 31 de julio de 2010
EL MUJERIEGO
Terminada la guerra civil comenzó a amasar una gran fortuna como contratista de obras construyendo carreteras; donde no había nada el creaba una. Derribaba montañas, cruzaba ríos, bordeaba laderas, circundaba las fincas de los señoritos, llegó hasta el último pueblo de Andalucía y se hizo inmensamente rico.
Apuesto, atractivo, irresistible con las mujeres y muy poderoso económicamente. Tuvo sólo una mujer reconocida por la iglesia católica y apostólica. Poseyó a más de cien mujeres de las que nacieron cuarenta hijos reconocidos y otros tantos de madres desconocidas.
Aventurero y jugador arriesgado dilapidó todo el patrimonio conseguido en partidas clandestinas de cartas.
Sólo le dejó a su prole un hotel, que valorado en una fortuna malvendió por dos pesetas y dejó a todos sus hijos y mujeres desnudos ante la vida.
EDUARDO.
miércoles, 28 de julio de 2010
Tio Arístides
Aquel soñador se encontraba en su mesa de trabajo, donde estaban
esperando los sonetos de costumbre, a las mujeres de los ojos
ardientes
Que sonetos! La cabeza del poeta lírico era una orgía de colores y sonidos. Resonaban en las concavidades de aquel cerebro martilleo de cíclope, himnos al son de tímpanos sonoros, fanfarrias bárbaras, millones de risas cristalinas, batir de alas y estallar de besos, todo como ritmos locos y revueltos. Y los colores agrupados, estaban como pétalos de capullos distintos confundidos en una bandeja, o como la endiablada mezcla de tintas que llena la paleta de un pintor…Tío Arístides no sabía escribir.
Vivi.
viernes, 23 de julio de 2010
DUÉRMETE PRONTO

Hace tiempo que reina el silencio en la casa. El silencio más absoluto. Como una espesa capa de humo que se desgrana, se expande invadiendo cada habitación, ocupando cada rincón y convirtiendo el espacio, en una desoladora noche de difuntos.
Este silencio atronador, se filtra por mis oídos y me está volviendo loco, loco, loco... Siento necesidad de gritar, de lanzarle en un rugido todo el aire que me queda en los pulmones y retener su avance, echar atrás a este ejército de sombras, vencerle, y descansar.
Quisiera despertarlos a todos, a los niños también, para poder escucharles. Cualquier cosa que dijesen, una risa, un ruido, con tal de romper este silencio infernal. Me conformaría si quiera, con poder alargar mi brazo y tocarla. Sentirme arropado por el calor de su cuerpo y no, por este sudor frio que empapa mi lado de la cama.
Es inútil, no puedo mover un solo músculo. Soy un hombre convertido en estatua, a causa del miedo.
Me asusta quedarme dormido sabiendo que él está al acecho, que nos vigila tras la cortina de humo, que espera cualquier descuido por mi parte, para hacernos daño. Es tan retorcido, tan sumamente maquiavélico, que siento pavor tan solo con imaginar que descubre mi engaño, que se da cuenta de que permanezco despierto a pesar de mi apariencia, de saberse burlado por mi astucia, una noche más.
¿Qué haría entonces este injerto del diablo? El Coco es terrible, el ser más miserable y más dañino que pueda existir. Suerte que a mí, de pequeño, ya me advirtió la tía Paca y he podido estar alerta.
Chu.
jueves, 22 de julio de 2010
4 de agosto
U Nu,
U Tin,
Mya Bu,
Thado Thiri Thudama U E Maung,
Sithu U Cho,
Wunna Kyaw Htin U Khin Zaw,
Wunna Kyaw Htin U Thein Han,
Wunna Kyaw Htin U Myo Min,
Thiri Pyanchi U Thant,
Thado Maba Thray Sithu U Chan Htoon.
"Los tres Wunna Kyaw Htin son un poco monótonos", se dijo mirando los versos. "Debe significar algo como 'Su excelencia el Honorabilísimo'. Che, qué bueno es lo de Thiri Pyanchi U Thant, es lo que suena mejor. ¿Y cómo se pronunciará Htoon?""
El barbero más rápido del Oeste
"Mi abuelo era el barbero más rápido del mundo, bueno, en especial de su pequeño pueblo malagueño, Ardales.
Cuenta mi abuela que cortaba la barba tan rápido, que colocaba a los hombres de tres en tres, de cuatro en cuatro, incluso de cinco en cinco, todos sentados en línea, cubiertos cada cual con una toalla, y los iba afeitando del tirón, como un tornado arrebatador de barbas.
Venían a su pequeña barbería gentes de distinta ralea y diversos pueblos, todos querían que mi abuelo les rasurara la barba o les cortara el cabello. Su fama, como un viento que nadie puede frenar, llegó hasta la mismísima China.
Un día, tan soleado que hasta las moscas llevaban cantimplora, un pequeño ejército llegó del cielo, en helicópteros militares.
-Deben de ser chinos –dijo mi abuela cuando tomaron tierra-, porque son todos iguales.
Efectivamente, chinos, unos mil chinos, o cuatro mil o quince mil, bajaron del cielo chorreando a mares del calor que hacía.
Uno de los chinos dijo algo impronunciable en su propia lengua. Mi abuela, como siempre, soltó una de las suyas:
-Debe haberse cagao en la madre que nos parió a tó por este io puta que tenemos por sol, ¡vamos a morir tó achicharraos!
Mi abuelo, que casi rondaba los ciento veinte años, de rostro enjuto, con esa puntiaguda perilla gris y ese bigotillo a lo antiguo, se colocó en la cabeza su bacía de barbero y, enfrentándose a los chinos, gritó:
-¡Con la China hemos topao, amigo Sancho!
Cuenta mi abuela que lo agarró del delantal y lo metió de bruces en la barbería. Del golpe que se llevó mi abuelo, que por poco se parte la cabeza en cuatro cachos, ahora sí podrían llamarle el caballero de la Triste Figura.
Bueno, volvamos a la historia… Aquellos chinos escoltaban al mismísimo emperador de China, que vino a España solamente a que mi abuelo le diera un afeitado de los suyos.
No os creeríais lo que pasó entonces, algo alucinante, delirante, acojonante… pero bueno, eso es otra historia, y será contada en otra ocasión…"
Propuesta nº 3: La hipérbole
La avaricia seca el alma
Me convertí en un tacaño. Mi Dios, mi único gozo, era el dinero.
Trabajaba la mayor parte del día y, acabada la jornada, cuando ya asomaban las primeras lágrimas de la noche, me sentaba a contar monedas, una tras otra, una tras otra… Me regocijaba contemplar mis ganancias, mi riqueza. Mis ojos lloraban de alegría, pero era una alegría oscura, seca, vacía.
Una mañana, contemplándome en el espejo, vi a un hombre viejo, de mirada sombría y gesto tenebroso. Y aquella visión aún me persigue como un fantasma.
Recuerdo, con tristeza, que dejé a un lado todo lo que realmente valía la pena: la familia, la bondad, la simpatía…
Me había convertido en un mísero avaro, mi vida solamente giraba en torno al dinero. Nunca hice nada por cambiar mi vida, nada; y tarde, muy tarde, me he arrepentido.
Y ahora, tengo en frente a alguien que me recuerda mucho a mí, alguien que me observa aterrado, tiritando de pavor, alguien que, con voz quebrada, me pregunta quién soy.
-Hola, Scrooge, ¿no me reconoces? Soy Marley, tu viejo amigo Marley…"
Vídeos de Julio Cortázar
ENTREVISTA A JULIO CORTÁZAR
JULIO CORTÁZAR HABLA DE RAYUELA
Videos de Gabriel García Márquez
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ SOBRE 100 AÑOS DE SOLEDAD
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ SOBRE CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ SOBRE INFLUENCIAS
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ SOBRE VIVIR PARA CONTARLO
miércoles, 21 de julio de 2010
La Blancanieves de Aido
El Cazador y Caperucita
El cruje de una pisada sobre hojas secas le devolvió a la realidad. El lobo había entrado en el claro del bosque donde el cazador había colocado la trampa, y su olfato estaba guiándole hasta el enredo de lianas y ramitas que había colocado por encima del agujero. El cuerpo del cazador se tensó mientras esperaba la caída del lobo.
‘Crack!’ Por fin hizo la pisada esperada y cayó en la trampa. El manjar de cabritillo que encontró al fondo le entretuvo al lobo mientras el cazador se acercó a vigilar su preso. Cuando el lobo se dio cuenta de que alguien le observaba enseñó los comillas, gruñó desde sus entrañas y se colocó para atacar al amenazador.
“Espera Don Lobo” le apeló el cazador, “no te he capturado para matarte, te he capturado para proponerte un trato. Lo mínimo que puedes hacer, en gratitud por la suculenta cabritilla que te he dejado, es escuchar mi oferta.”
“Soy todo oídos” dijo el lobo, disimulando su confusión.
El cazador procedió a explicarle su plan. Quería que el lobo se metiera en la casa de la abuela, la del tercer roble, para esperar a su nieta, Caperucita Roja. Y cuando ella llegara para visitar a su abuela el amenazaría a comérsela, asustándola como nunca había asustado a nadie. En el momento en que el cazador escuchase el grito de la Srta. Caperucita el acudiría a salvarla, ofreciéndola consuelo, protección y cariño. Como compensación, el cazador le ofreció al lobo otra cabritilla jugosa y tierna.
“?Por una? ¡ni hablar! Por lo menos Usted me tiene que dar ocho jugosas cabritillas, porque una vez que tengo a una suculenta jovencita entre mis garras, no sé si seré capaz de dejarla escapar por solo una flaca cabrita.”
Tras una dura y ardua negociación, donde el cazador fue en desventaja por su ciego amor hacia la Srta. Caperucita, se cerró el trato en cinco cabritillas para el lobo, entregadas a lo largo de una semana, a cambio de una joven asustada y preparada por el rescate del determinado y enamorado cazador.
Los siete enanitos y Blancanieves
El trabajo en la mina era duro. Al principio, encontrar una gema te llenaba de alegría – sobre todo cuando te volvía a la mente todo el trabajo que te había costado llegar a tenerla -. Con manos temblorosas y doloridas la depositabas en un carro y te girabas, controlado por una emoción alentadora, a seguir en la búsqueda de los Griales. Pero, conforme iban pasando las horas, días, semanas y meses, acababas lanzando con desprecio las joyas. Ni canciones con ritmo te animaban a seguir con la sonrisa. Parecía cada jornada una fotocopia de la anterior: Trabajo, hi ho, casa, dormir, trabajar, hi ho, casa, dormir… El calendario había perdido utilidad. La única marca para tener una ligera idea de qué día era se centraba en el escalofrío del invierno o las gotitas de sudor propia del verano.
Alejandra.
lunes, 19 de julio de 2010
LAS TRES PLUMAS
Con pasos lentos y aparatosos, centradas mis pobres energías en no romper nada de aquella rocasa construcción, me dirigí al último resquicio habitable donde el empedrado suelo estaba cubierto por paja y la atmósfera agreste se colaba a través de la gigantesca ventana desde la que se podían ver las cadenas de montañas que antaño coronaban mi reino. Lejos quedaba la época en la que podía disfrutar de la vida salvaje semanas e inclusos meses sin necesitar descanso o sosiego. Cuando reposé mi cabeza en la empolvada alfombra de espigas aspiré la fragancia de mi casa y un encogimiento en las entrañas me recordó que pronto tendría que alejarme de allí. La abundancia de población humana cerca de aque lugar había mermado tanto la fauna y la flora que cada vez me costaba mucho más trabajo poder alimentarme. Y estaba solo desde hacía tanto... que ya empezaba a rendirme. Al día siguiente tenía que seguir sobrevolando las montañas más cercanas para encontrar otro lugar en el que vivir porque aunque los miembros de mi especie podíamos durar miles de años, estábamos en peligro de extinción, y yo necesitaba un lugar más tranquilo, alejado de la incipiente civilización.
El sopor cayó como una losa sobre mis párpados en el mismo instante en el que mi ama de llaves me hacía extrañas preguntas sobre las aldeas cercanas y me tironeaba de las plumas para que permaneciera despierto el tiempo suficiente como para responder, comprendí que quería volver a ayudar a alguien. Con un breve gruñido de frustación, estaba demasiado cómodo como para intentar siquieran increperle, farfullé las respuestas que mi capacidad telepática hacían simples antes de querdarme profundamente dormido.
Con un breve parpadeo el portón lateral del castillo se abrió, el ama de llaves le dió tres gigantescas plumas anaranjadas a un joven que allí esperaba y le susurró:
- También tienes las respuestas a tus preguntas en este pergamino que te entrego, y ahora corre antes de que se despierte y te descubra.
Mientras el esbelto muchacho se alejaba a gran velocidad ella sonreía, si supieran que el temible Pájaron Grifo era tan viejo que le costaba alzar el vuelo y apenas veía.
sábado, 17 de julio de 2010
YO, EL LOBO FEROZ
Después, el dominador absoluto pasó a ser el hombre, en su afán destructor, con la banal excusa del asesinato del ganado; han ido gradualmente acabando con nosotros uno a uno, de la forma más ruin hasta reducirnos y encerrarnos en ridículas jaulas. Los humanos al pasar protegidos por la seguridad de las vallas que nos separan, tiemblan de pavor con nuestra sola presencia.
Los lobos aunque nos sintamos humillados con los ojos perdidos en la inmensidad del bosque y en la añoranza del animal poderoso que fuimos, seguimos procreándonos cautivos, a la espera de dominar montañas y llanuras de nuevo.
Una niña dulce y tierna comenzó a visitarme diariamente en mi jaula desoyendo las recomendaciones de todos.
Fuimos cultivando una amistad entre niña y bestia no natural a ojos de los demás humanos Y salvajes, pero que tanto ella como yo sabíamos era inquebrantable. Caperucita me traía algo de comida y me regalaba su amor en forma de caricias dulces y peinándome la cabeza con sus dedos suaves mientras yo encontraba la paz en aquel cercado empezando a creer en la bondad del ser humano.
Aquella mañana llegó decidida a liberarme de mi cautiverio, urdió un plan, despistó a los guardias y quedé libre.
Recorrí otra vez los bosques oteando el horizonte libre al fin, ahora con una amiga que me presentó a su abuela que a su vez me acogió sin reservas, eran días felices con mis nuevas amigas.
Un día, después de ver a Caperucita en el bosque, ya en casa de la abuelita, decidimos darle una sorpresa a la niña y la engullí, al llegar Caperucita y preguntarme -¿Qué boca más grande tienes abuelita?- abrí mis enormes fauces y la engullí también; y me quedé a dormir la siesta con mis amigas dentro, protegidas en mi vientre.
Disfrutando de nuestra placidez un cazador que no podía comprender nuestra relación decidió irrumpir en la casa con sigilo, al observar al lobo en la cama, la abuela que no estaba por ninguna de las estancias, igual que Caperucita que tampoco se hallaba en el hogar sólo pudo actuar y me rajó la barriga para devolverlas a la vida.
Después de su acción, me la llenó de piedras y al ahogarme en el pozo antes de expirar sólo podía recordar mis días felices con esa niña angelical que me devolvió a la vida.
Eduardo.
jueves, 15 de julio de 2010
FLOR, ENTRE LAS FLORES

No me quiero ni acordar, del calor que pasé ayer. Por suerte, ella vino con la manguera y la dejó a mis pies para que empapase la tierra seca. Sólo esta atención, deshizo en un instante el sopor y la asfixia que el sol inmisericorde volcaba sobre nosotras. Es una mujer tan atenta, siempre pendiente de nosotras, de nuestras necesidades.
Abonadas, el agua nos llegó con generosidad, pero sólo yo, tuve la suerte de ser acariciada por sus manos cuidadosas. Con extrema dulzura, pasó las yemas de sus dedos por mi cuerpo abatido y pudo comprobar la carnosidad de mis hojas. ¡Excelente! Me dijo que sin duda seré un buen ejemplar, ¡bellísimo!, digno de las huertas más selectas.
¡Qué ilusión me hizo escucharla!, qué felicidad, saber que soy la flor entre las flores del huerto.
Después, apartó de alrededor la maleza y se marchó cantando.
El sol de hoy, se diría que está avergonzado de su presunción y se econde tras las nubes, que avanzan rápido sobre los campos. Hasta me aventuraría a decir, que va a llover. Sería divino. Ya me lo estoy imaginando, qué excitante sentir cómo las gotas de agua se escurren por mis hojas y me llegan dulcemente al corazón.
¡Está lloviendo, sí, sí está lloviendo al fin! Lo que yo dije, lo he adivinado. ¡La lluvia, la lluvia ha vuelto y es maravilloso!
Pero, ¿qué es esto?, ¡me hace daño! Parece que tuviera un garbanzo hincado en la oreja, ¡qué dolor! Quiero que se quite de ahí.
¡Quítese de ahí, sea quien sea! Parece mentira, ¡oiga, es usted un estorbo y me está haciendo daño, ¡lárguese inmediatamente! Me va a romper, como siga dándome esos tirones. ¿Es que no me oye? ¡Márchese, le digo!
¡Ay, ¿y ese monstruo?, se acerca, ¡viene hacia mí! ¡Qué dientes más grandes tiene! ¡socorro, ayúdenme, por favor! ¡Auxilio!
Mientras la col era devorada, se podía escuchar la voz angustiada de una mujer, que gritaba el nombre de su hijo.
_ Garbancitoooooooooooo, ¿dónde estás?, ¡Garbancitoooooooo!
_ Estoy aquí, mamá, ¡en la barriga del buey!
Chu
EL VIGÍA DE LA TORRE
Vigilé, pues, y aceché a los que vinieron para salvarla, así al menos lo llamaban ellos, ya que desconocían el alcance total del malvado conjuro. Sin remordimientos maté a los desprevenidos, arranqué los corazones a quienes juraban luchar por amores, y el fuego inextinguible de mis espantosas fauces acabó con guerreros y soldados que pretendían acceder a la torre en la que el tiempo se hallaba detenido.
Afuera pasaban las temporadas: la nieve rescataba la campiña de la sequedad del otoño; brotaban las hojas en primavera, y llegaba el calor del estío. Mi solitaria vigilia continuaba y sin desfallecer rondaba las entradas al castillo, sobrevolaba los lagos y bosques cercanos, y a veces –unas pocas veces– me acercaba al ventanal de la torre para comprobar que ella seguía durmiendo plácidamente sobre su cama de princesa, envuelta en vestidos de seda y mantas de brocado.
Al cabo de años, muchos años para los humanos, se presentó ante mí un joven aldeano. Se había abierto camino a través del bosque de robles centenarios y no llevaba armas. Sin mostrar miedo ni odio entabló conversación conmigo, y yo, sediento de compañía y harto de subsistir rodeado de muerte, consentí que me hablara; le escuché y le creí.
Me contó que desde que nació estaba viendo a la princesa en sus sueños, y que a partir del momento en que se hizo hombre, empezó a desearla como a ninguna otra muchacha. Supo describir el cuarto de la torre que nadie había pisado en cien años, y conocía la postura de sus manos y los gestos de su cara cuando se movía prisionera del sueño encantado.
Embelesado por su profunda voz y límpida mirada, permití que me brindara una cierva joven, apenas cazada, que había traído consigo, y cuya sangre dulce y temible hizo que yo sucumbiera al cansancio de mi vigilia interminable. Vi cómo sacaba una gran lanza de entre la maleza, pero no conseguí moverme ni sentí el hierro atravesar mi garganta. Aun así, tuvo que prender fuego a mi cuerpo inerte que solo convertido en cenizas le franqueó la entrada.
Y mientras mi alma de guardián burlado emprendió el vuelo hacia sus orígenes, él se vistió con los ropajes del último príncipe matado por mí y, convertido en cortesano, subió raudo las escaleras a la torre.
lunes, 12 de julio de 2010
La tentación.
Es que padezco una enfermedad, motivo por el cual, mi nariz, mis manos mis pies, crecen en forma desmesurada, dándome un aspecto, fuera de lo común, por lo tanto…la incomprensión y el peso insoportable, de las socarronas burlas, me llevaron a refugiarme en este bosque.
Por un tiempo, encontré tranquilidad, en este gran jardín que me dio la bienvenida, permitiéndome ser parte del paisaje, y en los animales, que pasados los primeros días de curiosidad y temor, hacia lo desconocido, me incluyeron, en una y en todas las especies.
Pero…poco a poco comencé a extrañar las voces…palabras hiladas que me acerquen, al sentir humano, ha sentirme humana.
He visto que no muy lejos de aquí, hay una casa donde viven dos niños, que de tanto en tanto, guardando prudente distancia, husmean; ¿y si los invito a tomar chocolate y les preparó unos ricos postres?
No!!! Más bien prepararé como un postre la casa, cubriré de galletitas, la puerta y las ventanas, colgaré a modo de cortinas, hileras de caramelos y las paredes recubriré con pasta de azúcar, y desoyendo la advertencia de sus padres, como en un principio ahora; serán vencidos por la tentación.
Se acercarán… los dulces querrán saborear, entonces…para que siempre me hablen, a ambos, me los comeré.
Viviana Monjo rizzola
sábado, 10 de julio de 2010
Fértil imaginación!
Cada noche, te ibas a acostar inquieto, con la ansiedad que produce el misterio, dormías agitado, despertándote de tanto en tanto y al ver que el sol aún no había asomado, seguías durmiendo, suspirando, tratando de acortar ese breve tiempo que te separaba de la sorpresa; ese cosquilleo, la alegría y alboroto de la mañana cuando veías tus tan ansiados deseos cumplidos y si parte de tus pedidos, no eran concedidos en su totalidad, encontrabas la excusa que justificase esa acción, pero jamás te sentiste decepcionado.
¿Por qué ibas a experimentar este sentimiento ahora?
Nada invalida lo que has sentido.
¿Por qué eso, ha de cambiar?
Cuando crees en algo, al creer ya le das vida, por lo tanto esa es tu realidad,
Eres dueño de hacer una proyección ideal sobre la realidad, o captar idealizando, lo real; es válido si te conduce a sentirte feliz, después de todo ¿qué es la felicidad?, al decir de los griegos, tener un buen duende.
Así que mi querido Julián Andrés, tu padre hablo con la verdad, yo con la sabiduría del anciano, tu fértil imaginación hará el resto.
Me despido de ti, en nombre de Melchor, Gaspar y el mío, Baltazar, hasta el próximo seis de enero.
Viviana Monjo Rizzola.