lunes, 13 de septiembre de 2010

UN RECUERDO FELIZ




(Binomio fantástico: "manga y velador")

UN RECUERDO FELIZ


Mi hermano, me cuenta esta historia muchas veces y yo, he acabado por creérmela, por olerla, y por saborearla. Me dice siempre que me la cuenta, que yo era un niño muy despierto y que aquella mañana, abrí tanto los ojos, que parecía que hubiese visto al diablo.
Para mí, era todo un misterio que la crema, tan blanca, tan dulce, tan sabrosa, tan blandita, se enroscase como una caracola y permaneciese en pié sobre los bizcochos almibarados. En su relato, destaca el momento en el que papá se retiró un paso del poyete de mármol donde los pasteles se dejaban hacer y adornar por todos, y la tía Angustias se acercó con la fuentecita azul de vidrio y posó sobre la cumbre de cada uno de ellos, una preciosa y brillante guinda roja.
Entonces, me dice que mamá me alzó en brazos para que desde la torre cálida de su piel canela, pudiese ver tan ordenados, tan juntitos, tan vestidos de fiesta, los pastelitos que tomaríamos a la tarde.

Celebraríamos el cumpleaños de mi hermano Tono, el que me cuenta esta historia tantas veces, el único que tengo y que aquel día correteaba por la casa y tropezaba con unos y con otros en la cocina; al que reñían por no estarse quieto ni un momento, pero al que no parecía importarle porque estaba muy contento. Le habían regalado una cámara de fotografiar y quería inmortalizarnos a todos.

Tono, mi hermano, me cuenta siempre que sólo mi padre supo pararle los pies cuando dijo aquéllo de: "¿quién quiere apurar de la manga?"
De un salto, se plantó ante él abriendo una boca enorme, mientras yo miraba asombrado como de la manga, salía aquella crema blanca que mi hermano paladeaba antes de tragar. Tú también querías probarla, me dice, pero como no sabías hablar, intentaste saltar de los brazos de mamá. Y me cuenta mi hermano, que empecé a empujarla y a chillar como un verraco y que demostré tanta ansiedad por probar la crema, que a todos hice mucha gracia y por eso están riendo en la foto y yo tengo los ojos tan abiertos.

No sé qué pasó después, eso nunca ha querido contármelo, pero me asegura que ya no volvió a celebrar su cumpleaños. Que no volvió a ver a papá, ni a mamá, ni a la tía Angustias, y que desde entonces, yo vivo sin salir de esta habitación, acostado en una cama que no es la mía y necesitando toda la ayuda del mundo para poder realizar cualquier cosa pequeña.

Tono, no puede venir todos los días, pero sabe que todos los días necesito de un recuerdo feliz para seguir viviendo. Por eso me regaló la foto que descansa sobre el velador y que puedo mirar desde la cama. Ella me repite con imágenes, la misma historia que él me cuenta cuando viene a visitarme.

Chu.

1 comentario:

  1. Me ha conmovido.
    Me gusta ese -aparente- tono de franqueza que supone narrar la historia como un recuerdo, sin voluntad de ficción. Y me gusta más que, después, la ficción -contundente, tremenda- esté agazapada donde ya no se la espera, al final. Ese giro de tuerca. Y que todo quede suspendido, como un columpio, entre el dulzor y la amargura.

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